El cultivo de pistacho en Castilla-La Mancha ha pasado en pocos años de ser una promesa a convertirse en un fenómeno. Las plantaciones se multiplican, las expectativas de rentabilidad son altas, y la campaña de 2025 se perfila como una de las más abundantes de la historia reciente. Pero entre tanto optimismo, conviene hacer una pausa y preguntarse: ¿estamos repitiendo los errores de otros cultivos como el olivar?
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Una campaña récord para 2025… ¿y después qué?
Según datos de la Asociación de Industrias del Pistacho Español (Adipe), en 2025 entrarán en producción un gran número de nuevas hectáreas de pistacho, especialmente en Castilla-La Mancha, que concentra más del 70% de la superficie nacional. Esto, sumado a un año “on” después de un 2024 de vecería, hace prever una cosecha récord de pistacho.
Sin embargo, el problema no es cuánto se va a producir, sino qué se va a hacer con toda esa producción. Si no hay una planificación comercial seria y coordinada, el riesgo de saturación es real. Y ya sabemos lo que pasa cuando la oferta supera a la demanda: caída de precios, ventas a pérdidas y descontento generalizado en el sector.

El espejo del olivar: producir más no siempre significa ganar más
El olivar intensivo y superintensivo vivió hace años una situación muy parecida. El entusiasmo por un cultivo rentable llevó a miles de agricultores a plantar, muchas veces sin estructura comercial detrás. El resultado: sobreoferta, precios bajos y márgenes cada vez más estrechos.
Con el pistacho puede ocurrir lo mismo si no se toman medidas. La rentabilidad del pistacho no está solo en la producción, sino en la comercialización, la diferenciación y la estabilidad del mercado. Sin esos tres pilares, el cultivo corre el riesgo de convertirse en víctima de su propio éxito.
¿Cómo evitar el colapso? Organización, calidad y visión de futuro
Uno de los pasos positivos en este sentido es la propuesta de Adipe de crear una lonja del pistacho, que sirva para homogeneizar precios y dar mayor transparencia tanto a productores como a procesadoras. Este tipo de herramientas permiten establecer precios mínimos de referencia, evitar guerras de precios y profesionalizar el mercado.
Pero además, el sector necesita:
- Unión entre productores para negociar mejor con la industria.
- Certificaciones de calidad y origen que permitan diferenciar el producto español frente al iraní o estadounidense.
- Inversión en transformación local, para no depender solo del pistacho en cáscara.
- Diversificación de mercados, tanto en Europa como en Oriente Medio o Asia, donde el pistacho español empieza a ser valorado.

El pistacho español: calidad frente a volumen
Aunque el pistacho de Estados Unidos o Irán pueda tener un precio más bajo, la calidad del fruto nacional —mayor tamaño, mejor sabor, más grasas naturales— es una ventaja competitiva que hay que saber explotar. Y eso no se consigue bajando precios, sino apostando por una marca colectiva fuerte, una trazabilidad impecable y una estrategia de comercialización profesional.
En Castilla-La Mancha predominan hoy variedades como la Kerman, pero ya se están introduciendo otras como Sirora o Snack, que pueden diversificar el producto y ofrecer opciones nuevas al mercado. Innovar y anticiparse al futuro es clave para que el cultivo sea sostenible a largo plazo.
Conclusión: menos euforia, más estrategia
No se trata de ir en contra del pistacho, sino de hablar con realismo. El pistacho es rentable, sí, pero solo si se gestiona bien. Si el sector sigue creciendo sin planificación, puede acabar en una situación similar a la del olivar: precios bajos, desánimo y abandono.
Ahora es el momento de hacer las cosas bien. 2025 será un punto de inflexión. La pregunta es: ¿queremos seguir creciendo de forma descontrolada o construir un sector fuerte, organizado y con futuro?